Aquello del cementerio (Boceto cuento – cap. 1)

Dibujo que muestra una caja de cigarrillos "Dog of hell, cigarrettes" dice Promo en una esquina y tiene la silueta de la cabeza de un perro enfurecido. Al lado hay un cigarro y una linterna pequeña.
Iba preparado: con cigarrillos y una linterna.

Se soltó la corbata y dejó que el viento que venía del mar y que pasó por las lápidas le desordenara el pelo. Le pareció que el olor a flores que sentía impregnado en sus ropas no le dejó oler el aire salino del mar.  Le dedicó una mirada al mar inquieto tratando de buscar calma para sí mismo y no pudo evitar pensar que los muertos tenían mejor vista allí en el Cementerio Playa Ancha que en él en su casa con vista a otros cerros.

Buscó la cajetilla de cigarrillos y la encontró en el bolsillo de la chaqueta junto a la pequeña linterna. Se alejó de la gente que estaba acompañando a los deudos a depositar el ataúd en el nicho. Llegó a un camino entre tumbas y un mausoleo a fumar escondido. 

El cigarrillo le sabía mal, pero por lo menos con el humo dejaría de oler el molesto olor a flores. Y pensar que estaba allí por culpa de un cigarrillo y una broma inoportuna. No conocía ni al finado ni era tan cercano al colega, fue por la broma que le hizo a este que para resarcirse estaba allí en estos momentos.

Dos días atrás en el horario de colación salió con Molina hasta un almacén a comprar cigarrillos, mientras lo esperaba afuera del local vio a Pardo que se acercaba a paso lento por la misma vereda. Pardo era de otra sección y compartían tiempo fumando luego de colación en el pequeño patio que disponía la empresa. Su comunicación habitual con él iba de saludos, preguntas de quién tenía encendedor y resultados de fútbol. Un compañerismo que no llegaba a amistad y sin embargo, ese día, le dijo que lo acompañara a fumar junto a Molina que se iba a rajar con cigarrillos. Ante la negativa de Pardo le dijo: «¿Qué pasa?¿Tan apagado que andas, vienes de un funeral acaso?». 

—Algo así. Se murió un tío, estuve con mi madre en el hospital y luego en la morgue de allí. Ahora voy al trabajo a hablar con el jefe para pedir permiso.

Con el «Algo así» sintió el balde de agua fría y esto parecía haberle congelado el cerebro porque las palabras no salían. Pardo ya no estaba cuando volvió Molina, le preguntó qué pasaba al notarlo pálido.

Después de soltarle epítetos de grueso calibre Molina le recomendó asistir al velorio y al funeral para reparar la desubicación. Él no se mostró muy seguro de ese consejo y Molina insistió.

—Tenís que ir Stefano. Te pasa por hueón.

Fue su segundo baldazo de agua fría tirado directamente a su espalda. Volvió a recordar un miedo de infancia, la razón por la que no le gustaba asistir a velorios y funerales. Algo que no podía ni quería contar.

Su mente le trajo de recuerdo las veces que acompañó a sus padres a algunos velorios cuando era niño y vivía en el sur. La imagen de velas encendidas y las sombras de raras formas que creaban… ¿o era «algo» lo que se ocultaba entre las flores junto al ataúd?

Al termino del día ya tenía un poco más asimilada la situación. Antes de irse a casa Molina volvió a insistir y él dijo que lo haría. Y pensó en las formas raras de las sombras. Son cosas de la infancia. Esto último se lo repitió varias veces, pero de todas formas guardó una pequeña linterna en su bolsillo antes de ir al velorio. Cuando niño había concluido que si podía iluminar a esa criatura sombra la podría destruir.

Se decía que no había nada que preocuparse, que su miedo era una tontería de infancia. Pero su voz interior le hablaba con la voz aguda de niño, con esa voz que vibraba por el miedo que tenía. Por lo que para acallarlo fue al velorio con una linterna en el bolsillo y con la intención de mantener silencio para no joderla más. Estuvo dos horas y su vista no se iba de las flores y las sombras que formaban, atento a cualquier movimiento.

Terminó el cigarrillo pensando que todo había terminado y no supo qué hacer con la colilla hasta que vio un macetero con flores secas junto a la entrada del mausoleo y allí arrojó la colilla. Al levantarse creyó que alguien lo observaba desde adentro. Se iba a disculpar y se dio cuenta que no había nadie. ¿Vi una sombra? Buscó la linterna y la trató de encender, no funcionaba.

—Don Stefano, ¿Qué está haciendo allí? Oh, se ve mal. Lo siento. Veo que el funeral le afectó.

—No, jefe. Yo…

—Vámonos. Usted y Romina de la unidad de Pardo fueron los únicos que me acompañaron, volveremos en taxi.

—Es que hay algo que quiero hacer —Apretó la linterna tras su espalda.

—El momento de fumar ya pasó. Además aquí no se puede. Vamos a buscar a Romina.

Le costó apurar el paso para ir detrás  de su jefe, sus piernas estaban un poco tiesas como si se resistieran a marcharse, como si le insistieran a iluminar el mausoleo. Terminó corriendo para alcanzar a su jefe y cuando lo hizo estaba más tranquilo. 

Las siguientes noches lamentó no haber usado la linterna, porque sentía que eso que lo observaba dormir se lo había traído del cementerio. Eso que al encender la luz del velador no estaba, pero dejaba su olor a tierra húmeda y hojas podridas en el dormitorio.

[Fin Capitulo 1 de este boceto: WIP]

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